ADICCION A LA INFELICIDAD …

Causas y consecuencias de la adicción a la infelicidad:
De muchas maneras la gente se pone impedimentos para poder ser la persona que querrían o para tener la vida que realmente desean. Si usted se reconoce a si mismo en una o más de las siguientes situaciones, entonces, en cierto grado, usted es un adicto a la infelicidad. La adicción a la infelicidad afecta a distintas personas de distintas maneras. Sus consecuencias pueden ser relativamente menores o pueden ser importantes y limitadoras; pueden afectar a un solo aspecto de la vida o pueden estar presentes en todos los momentos del día a día de una persona.

Situación: Soy incapaz de mantener una resolución, ya sea una determinación para perder peso, paracontrolar mi genio o para terminar mi trabajo a tiempo.
Situación: Fracaso cuando todo indica que voy a vencer; justo cuando el éxito por el que he luchado sin descanso está a mi alcance, hago algo para dejarlo escapar.
Situación: Consigo un objetivo por el que he trabajado muy duro, pero me doy cuenta de que no puedo disfrutar de ello. O bien no parece tan importante como antes cuando estaba intentando lograrlo, o me empiezo a centrar en algún otro deseo insatisfecho.
Situación: Me resulta difícil tener relaciones cercanas y significativas.
Situación: Cuando encuentro a alguien que se preocupa por mí tanto como yo me preocupo por él, tiendo a crear conflictos y acabo destruyendo la relación.
Situación: Nunca puedo hacer bien mi trabajo o terminarlo a tiempo: a menudo pospongo las cosas para más tarde; me resulta difícil concentrarme; me cuesta trabajo ser minucioso; me resulta embarazoso cumplir los plazos acordados.
Situación: Trabajo demasiado y no me permito tener tiempo de ocio o pasar tiempo con mi familia.
Situación: Las actividades que más me gustan implican riesgo. Me preocupa tener un accidente, pero no puedo dejar el placer que obtengo con este tipo de actividades.
Situación: Frecuentemente siento que me invade el desasosiego.
Situación: Nada me apasiona y me pregunto: «¿De qué trata todo esto?».
Situación: He sufrido importantes pérdidas personales de las que no me puedo recuperar.
Situación: No puedo regular mis apetitos (por la comida, la bebida, el juego, el sexo, etc.).

Si usted se ha enfrentado con estas o similares dificultades, entonces ha experimentado de primera mano cómo funciona la adicción a la infelicidad.

Comprender los años de su infancia es la clave para poder hacer cambios en su vida actual

Al ser un adulto con problemas que lo presionan y queriendo mejorar su vida aquí y ahora, puede sentirse extrañado, y quizá un poco frustrado, ante la perspectiva de tener que mirar hacia atrás en el tiempo. La razón por la que nos detendremos en sus experiencias más tempranas es que siguen vivas e interfieren de manera encubierta con su capacidad para crearse la vida que usted quiere. Antes de que usted pueda mejorar su vida de forma duradera y significativa, tiene que reconocer y comprender los obstáculos que le impiden llegar a la felicidad para la que nació. En su camino se interponen conceptos negativos que usted ha asumido tanto sobre usted mismo como sobre los demás, conceptos que probablemente haya aprendido antes de aprender a hablar y, con seguridad, antes de que pudiera tener una mente como la que posee usted ahora. Estos conceptos asumidos pueden ser invisibles para usted, pero son tan reales como una gran roca y ejercen una tremenda influencia. La buena noticia es que puede destapar y disminuir estos conceptos negativos asumidos, dándole toda la energía para que pueda hacer realidad la vida que usted desea.

La verdad es que todos los recién nacidos llegan al mundo sintiéndose optimistas con respecto a las relaciones humanas, adoran a sus padres y nacen con la convicción de que son seres tan adorables quesus padres, de forma natural, se sienten inclinados a cuidar de ellos con amor. Los niños también tienen la creencia de que todo lo que experimentan, tanto lo bueno como lo malo, es una expresión del amor quenecesitan porque eso es lo que sus padres quieren para ellos. Como aman a sus padres plenamente, su mayor deseo es ser igual que ellos y tratarse a sí mismos igual que sus padres los tratan a ellos. En otras palabras, usted no llegó al mundo siendo ya poco sociable, manipulador, con tendencia a ser un niño malcriado o dependiente, ni como un libro en blanco, ni incapaz de distinguir a sus propios padres; tampoco fueron sus genes la causa de esos rasgos de su personalidad que le hacen la vida difícil.

La felicidad como derecho inalienable

Todos los niños nacen con una cantidad inicial de felicidad interior, se sienten dignos de amor, amorosos y amados. Todos los niños, incluyendo los niños ciegos y sordos, muestran evidencias de esta felicidad innata cuando, solo unas semanas después de nacer, empiezan a sonreír más o menos indiscriminadamente cuando sienten que han captado la amorosa atención de sus padres y, por lo tanto, esto les hace sentirse particularmente felices. Al pasar los tres primeros meses, los bebés identifican cada vez más aquellas caras que son su mayor fuente de placer. Esa sonrisa de éxtasis que reservan especialmente para sus padres indica que están encantados tanto con sus padres como consigo mismos porque provocan el amor de sus padres hacia ellos. Con el tiempo, el bienestar innato del niño criado por unos padres que entienden bien la educacióni nfantil se hace fuerte como una roca y no se tambalea a pesar de los altos y bajos que puedan ocurrir en la vida de una persona. Ciertamente cualquiera que sufra una pérdida o una desilusión importante en la vida se sentirá triste, pero aquellos cuya felicidad interior es estable no habrán desarrollado la necesidad de culparse a ellos mismos o a los demás buscando consuelo cuando las cosas no van bien. Ya que esas personas no sienten la necesidad de provocarse ningún tipo de infelicidad innecesaria, serán capaces de elegir bien lo que quieren en la vida y podrán llevarlo a cabo de forma consecuente. En otras palabras, el derecho inalienable con el que nació usted y cualquier otro niño es el derecho a ser criado de tal manera que esa convicción innata de ser digno de amor y de ser amado se convierta en algo permanente. El resultado será: la capacidad de por vida de cuidar bien de usted y de su cuerpo, la habilidad de saber elegir y conservar amigos y parejas leales, la capacidad de desarrollar su propio potencial y de disfrutarlo, la resistencia para sobreponerse ante las dificultades y la mala suerte y la capacidad de dar a sus propios hijos el regalo de la felicidad interior. Esta no es una perspectiva utópica. Todo el mundo tiene el potencial para poder disfrutar de una vida adulta de estas características.

La raíz de la confusión

Si usted está intentando mejorar su calidad de vida, el primer paso para hacerse cargo de su destino es comprender por qué ahora mismo no está llevando las riendas de su vida. La sorprendente y simple verdad es que, sin darse cuenta, como la mayoría de la gente, en alguna ocasión usted probablemente hizo que su vida fuera difícil o infeliz porque el amor que sentía por sus padres le llevó a confundir felicidad e infelicidad. Para comprender cómo pudo ser así, es necesario entender la forma especial de ver el mundo que usted tenía cuando era un niño.

Usted era un imitador nato

Cuando usted nació, sus ojos se enfocaron en sus padres a la distancia justa para hacer que se les iluminara el rostro mientras ellos le sonreían y le hablaban. Al nacer reconoció la voz de su madre y le resultó muy tranquilizadora. Además, usted llegó al mundo con un talento increíble. Sin haber visto nunca su propio rostro, usted era capaz de copiar los gestos del rostro de sus padres. Por ejemplo, si su padre abría la boca o sacaba la lengua, usted sabía cómo hacer que su rostro lo imitara abriendo la boca o sacando la lengua también. Su deseo de ser exactamente como sus padres no se quedaba en intentar parecerse a ellos.
Como usted adoraba a sus padres y pensaba que eran perfectos, usted quería ser exactamente como ellos. Una manera de ser como ellos era intentar sentirse exactamente igual que ellos le hacían sentirse a usted. Así que cuando lloraba porque tenía hambre o estaba cansado y sus padres le daban de comer o lo llevaban a dormir, usted estaba desarrollando una fuerte necesidad de tratarse a usted mismo y a los demás con esa misma clase de amor y de devoción. Cuando los padres son capaces de cubrir las necesidades emocionales de sus hijos conservando y fortaleciendo ese optimismo innato de sus hijos, los niños aprenden a sentirse felices cuando reproducen esa compasión y amabilidad que ellos reciben. Su felicidad interior, la convicción profunda de que son dignos de amor, amados y capaces de amar, es reafirmada continuamente con la respuesta de sus padres hasta que se convierte en una convicción inquebrantable.
Esa felicidad interior inquebrantable y estable,que es un derecho inalienable de todos nosotros, protege a los que la poseen para que nunca, queriendo o sin querer, lleguen a provocar dificultades o infelicidad a sí mismos o a los demás.
Pero ¿qué ocurre si, con toda la buena intención del mundo, sus padres no pudieron responder bien a sus necesidades emocionales porque no las entendieron o porque, por alguna otra razón, no pudieron satisfacerlas?
Los errores más comunes a la hora de cubrir las necesidades emocionales de los niños surgen cuando dejamos que un niño que se siente incómodo llore, cuando esperamos demasiado de los niños o cuando los castigamos. La conexión entre dejar llorar a los niños y la necesidad de infelicidad para poder sentirse completamente feliz. Supongamos que sus padres siguieron esa creencia popular aunque dañina de dejarle llorar hasta que se durmiera. (Podríamos haber elegido cualquier otro ejemplo de padres que dejan que sus bebés o niños lloren creyendo que el sufrimiento no es contraproducente, que es algo que los alivia o fortalece su carácter.) Como todos los bebés, con frecuencia, usted estaba demasiado cansado o demasiado estimulado y necesitaba que le ayudaran a tranquilizarse para poder relajarse y dormir. Quizá a sus padres les explicaron que usted lloraba para manipularlos, para fortalecer los pulmones, para liberar tensiones o como una forma de dormirse; pero nada de eso es verdad. Cuando era un bebé, usted lloraba por la misma razón por la que llora como adulto; usted se sentía infeliz. Si lloraba cuando lo ponían a dormir en la cuna y sus padres lo dejaban solo llorando, su ausencia le hacía sentirse aún peor porque su convicción interior de ser digno de amor y amado se derrumbaba en ese momento. Entonces se encontraría llorando por dos razones muy diferentes. Seguía sufriendo porque estaba demasiado cansado, indigesto o por cualquier otra molestia, y, peor aún, se sentía mal porque las personas que amaba y adoraba más que nada en el mundo no venían a rescatarlo. Con el tiempo, al ver que su llanto no era respondido, durante lo que le parecía una eternidad, desistía de intentar atraer la atención de sus padres y se quedaba dormido. Al ver que se dormía, sus padres probablemente pensaban que el consejo de los expertos de dejarle llorar hasta quedarse dormido estaba bien fundado. Lo que ellos no sabían es que cuando ellos intentaban que usted se comportara de una cierta manera (quedarse dormido rápidamente), en vez de intentar demostrarle a ese bebé que siempre podría contar con la ayudade la presencia y del amor de sus padres, podrían estar poniéndolo en un camino que terminaría creando en usted la necesidad de hacer que su vida fuera innecesariamente difícil y poco agradable. Cuando se deja llorar a los bebés que no se pueden dormir, que tienen hambre, cólicos o que están demasiados cansados, «por su propio bien», tiene lugar en ellos una sutil transformación. Los bebés a los que se les deja llorar asumen que la infelicidad que sienten es conveniente porque ven que eso es lo que sus padres quieren para ellos. El mismo proceso ocurre con niños más mayores cuyos padres los ignoran cuando tienen una rabieta o demuestran su infelicidad de una forma que sus padres u otros adultos importantes no comprenden o no aprueban. Cuando no se les consuela en momentos de infelicidad, los niños se convencen de que sus padres les están dando en ese momento el ideal de amor, con lo que confunden la infelicidad que están sintiendo con la felicidad. Esta falsa identificación reafirma la convicción interior de sentirse valorados, que es necesaria para vivir. Pero la consecuencia es que, sin saberlo, estos niños crecen sintiendo cierto bienestar cuando reproducen en sí mismos experiencias de infelicidad. En otras palabras, desarrollan una adicción a la infelicidad que existe y compite con su necesidad innata de experimentar una verdadera felicidad. Así pues, si en los primeros años de su vida sus lágrimas no encontraron consuelo, usted, en vez de pensar, como lo haría un observador imparcial, que se estaba sintiendo mal, usted creía que esa infelicidad que no fue consolada era el estado ideal que sus adorados padres querían que usted experimentara. Al sacar la conclusión de que esos sentimientos de infelicidad representaban la verdadera felicidad, de manera natural, usted desarrolló un fuerte deseo o necesidad de volver a reproducir esos sentimientos. Al hacerse mayor, quizá sin darse cuenta, haya empezado a pensar que, ya que sus padres querían que se sintiera infeliz, cuando se sentía demasiado feliz usted estaba traicionando o decepcionando a sus padres.Así pues, siendo aún muy jóvenes, los niños cuyas necesidades emocionales no están cubiertas desarrollan dos fuentes muy distintas de bienestar interior:
1) el placer innato de sentirse dignos de amor y amados, y 2) sentimientos de infelicidad que, sin saberlo, identifican erróneamente con la felicidad y que buscan para poder volver a sentir aquello que, según ellos, sus padres querían que sintieran.
Si normalmente no encontraba consuelo cuando lloraba, entonces, desde una edad muy temprana, antes de que pudiera razonar, o de que pudiera saber lo que realmente pensaban los demás, o antes de que pudiera comparar y sopesar los cuidados que le daban con los cuidados que usted necesitaba, usted desarrolló un conflicto interior muy real, pero no identificado, con respecto a la mejor manera de sentirse feliz. Usted necesitaba sentirse realmente feliz, pero también necesitaba esa felicidad falsa, que en realidad es una infelicidad disfrazada.
Debe subrayarse que realmente no tiene importancia si a usted le dejaron llorar porque no podía dormir, porque tenía hambre y no era el «momento» de la toma, porque tenía un cólico y a sus padres les dijeron que lo mejor era que soltara la tensión llorando, o porque no le dejaron el juguete de su hermano mayor. El resultado es el mismo. Algunas veces, muy profundamente, y sin darse cuenta, sin quererlo, usted se consoló a sí mismo con esa infelicidad disfrazada de felicidad. Comprender esto es el primer paso para superar la adicción a la infelicidad y seguir con su vida.

La conexión entre lo que se esperaba de usted y su necesidad de pedir demasiado a los demás y a sí mismo.

Como cualquier niño, usted necesitaba que sus padres supieran cuáles eran sus necesidades básicas en cada momento y que respondieran a esas necesidades de la manera adecuada. Pero quizá a sus padres les resultaba difícil cubrir sus necesidades porque, al igual que a otros padres, les enseñaron a esperar un cierto grado de madurez por parte del niño, algo que realmente no encaja en la mente del niño, si observamos cómo esta se desarrolla realmente.
Si usted es una de las muchas personas que periódicamente se sienten inseguras o que creen no están a la altura de las circunstancias, es probable que cuando era niño esperaran demasiado de usted, y por ello usted creciera con el sentimiento de que, con frecuencia, estaba decepcionando a sus padres y a otros adultos importantes para usted. Sus padres (y, más tarde, sus profesores) quizá creyeron que para ser una persona de provecho tenían que «civilizarlo» cuanto antes. A la mayoría de los padres se les enseña que los niños, al llegar a ser adultos, se comportarán socialmente como cuando eran niños. Piensan que si un niño de ocho años se enfada cuando pierde en un juego, se le debe enseñar a tener espíritu deportivo porque si no cuando crezca será un mal perdedor. De manera similar, a los padres se les hace pensar erróneamente que las buenas cualidades de los adultos, tales como la generosidad y la responsabilidad, deben enseñarse desde muy pronto o nunca se podrán aprender. En general, se espera que los niños, desde muy pronto, sean sinceros, buenos hermanos, buenos perdedores, que coman bien y que hagan siempre sus tareas. Pero sus padres y profesores no eran conscientes de que la mente de un niño era muy diferente a la de ellos. Cuando un adulto recibe la ira o la desaprobación de otra persona, es capaz de evaluar si el comportamiento del otro es razonable o no. Pero cuando los niños son castigados o se enfrentan con la desaprobación por no estar a la altura de unas expectativas demasiado elevadas, aunque puede que se sientan enfadados, en el fondo siempre piensan que sus padres son perfectos y que sus padres están haciendo lo correcto. Y así, los niños sacan la conclusión de que cuando se sienten infelices están sintiendo exactamente lo que sus padres desean; piensan que serán más felices si pueden llegar a ser exactamente como sus padres son y si tratan a los demás y a sí mismos de la misma manera que sus padres los trataban ellos. Sus padres y profesores, erróneamente, intentaban que usted actuara como si fuera un adulto. Sin embargo, usted no podía comportarse como un adulto porque, como todos los niños, su felicidad diaria dependía en gran medida de conseguir lo que usted quería cuando lo quería. Esa es la razón por la cual, con dos años de edad, es prácticamente imposible compartir con otros niños, o por qué, cuando tenía tres años, usted lloraba cuando llovía y no podía ir al parque, o por qué a los seis años no siempre decía la verdad cuando le preguntaban cuántos caramelos se había comido, o por qué se disgustaba cuando, con ocho años, perdía un juego. Si sus padres hubieran sabido que, como todos los niños, su autoestima dependía en cierto grado de conseguir lo que usted quería y que su vulnerabilidad ante las decepciones iría desapareciendo de forma natural, entonces lo habrían consolado tranquilamente cuando usted se sentía disgustado. En ese caso, si usted se dejaba enternecer en los brazos de sus padres, o si usted decía una mentira, ellos no se preocuparían pensando que por darle demasiado cariño o comprensión usted se convertiría en un adulto egoísta, mentiroso o con poco espíritu deportivo. Gradualmente usted habría aprendido que aunque no siempre las cosas salen como usted quería, siempre podía contar con la satisfacción de ser comprendido y consolado por aquellas personas que usted amaba. Una respuesta comprensiva le habría hecho ver quesalirse con la suya no era tan importante y le habría ayudado a transformarse en un adulto comprensivo y generoso. Seguiría imitando a sus padres y así habría aprendido a ser comprensivo con usted y con los demás en momentos de decepción. Pero si sus padres o profesores no sabían lo que significa tener la mente de un niño y esperaban que usted demostrara una madurez de la que era incapaz, entonces usted habría estado de acuerdo con ellos en que tenía que ser capaz de actuar como ellos querían y, entonces, usted habría sentido que no estaba a la altura de las circunstancias. Usted era incapaz de juzgar si lo que se esperaba de usted era razonable, así tal vez todavía hoy siga exigiéndose demasiado y quizá a menudo le resulte difícil pensar que se ha esforzado lo suficiente. Aunque es doloroso e incómodo, en el fondo, exigirse demasiado a usted mismo, también le da la satisfacción de la falsa felicidad (una infelicidad que hace mucho tiempo usted confundió con la felicidad). Cuando usted se trata a sí mismo igual que lo trataron sus padres u otras personas importantes, usted siente que es igual que ellos y, por tanto, que ellos lo quieren y que usted es digno de ser querido. Cuando los padres presionan a sus hijos para que destaquen o para que se comporten siguiendo las normas de etiqueta social de los adultos, los niños sacan la conclusión, comprensiva pero errónea, de que sus padres quieren la perfección. Como resultado de ello, los niños crecen sintiéndose bien con ellos mismos cuando se exigen incluso más que lo que sus padres, erróneamente, les exigieron. Si se exige demasiado tanto a usted como a los demás, identificar la raíz de estas expectativas es el primer paso para liberarse de este tipo de adicción a la infelicidad y vivir una vida en la que usted se sienta siempre válido y no tema no estar ala altura de las circunstancias. Los niños también pueden sentirse sobrecargados por las expectativas de sus padres aun cuando lospadres no les exijan demasiado de una manera abierta. Cuando los padres sufren una seria depresión, son adictos a alguna sustancia o son disfuncionales de cualquier otra manera, los niños pueden interpretar esas ocasiones en las que sus padres no pueden responder con amor y cuidado, pensando que lo que sus padres quieren es que sus hijos les ayuden a ellos, que asuman algunas de las responsabilidades propiassus padres o aprendan a no pedir nada para ellos mismos. Con frecuencia la única forma en que estos niños pueden obtener la atención positiva que necesitan de unos padres que tienen dificultades para funcionar normalmente es convertirse en una fuente de fortaleza emocional o de ayuda práctica para sus padres; en otras palabras, adoptan un comportamiento propio de una edad mucho más madura. Por ejemplo, hay niños que obtienen una respuesta positiva por parte de un padre disfuncional cuando asumen la responsabilidad de tareas tales como cocinar, limpiar o ayudar consus hermanos pequeños. Los niños quizá también aprendan que pueden hacer que el estado de ánimo de sus padres mejore y obtener así también un poco de atención emocional para ellos mismos, si se encargande animar a sus padres o de cuidarlos. Es muy significativo que estos niños normalmente aprenden a sentirse más aceptados por parte de sus padres disfuncionales (y por lo tanto más felices) si renuncian a pedir a sus padres nada de lo que necesitan. Cuando son adultos, quizá estos niños busquen satisfacción teniendo relaciones con amigos o con una pareja que también necesitan ser salvados. Tienden a sentirse más cómodos dentro de relaciones unilaterales en las que se puedan entregar completamente a ayudar a sus amigos o a su pareja a funcionar mejor. Los «rescatadores» están acostumbrados a aportar el 100 % esfuerzo que implica una relación y quizá vean que en realidad no están obteniendo mucha (o ninguna) atención por parte de su pareja. Algunas veces los rescatadores se dan cuenta de que la relación es unilateral, pero piensan queserán capaces de transformar a la otra persona en un amigo o en una pareja con mayor capacidad para dar. Otros rescatadores asumen que es normal estar en una relación en la que uno de ellos lo da todo.

La conexión entre haber sido castigado y el hecho de responder con severidad ante usted y ante los demás

Si a usted le imponían disciplina cuando era niño, las consecuencias emocionales que sufrió pueden ser otra pieza del puzzle de por qué su vida no está resultando ser como usted deseaba. Disciplinar definido como el hecho de añadir consecuencias desagradables en la educación de los niños. En esta definición de disciplina se incluyen no solo castigos, sino cualquier reacción ante los niños que les haga sentirse no válidos, avergonzados o malos. Las medidas disciplinarias incluyen: desaprobar, obligarles a dejar de jugar por un rato, restricción de privilegios, no intervenir y dejar que ocurran las «consecuencias naturales», amonestarlos, darles una bofetada o pegarles. Hasta este momento, quizá usted creía que se merecía los castigos que recibió porque era necesario controlar su comportamiento o construir su carácter. Pero hemos descubierto que todas las modalidades de disciplina dañan a los niños creando en ellos la necesidad de aplicarse castigos a ellos mismos y a los demás. Ya que todos los niños pequeños creen que sus padres son perfectos y que saben lo que es bueno para ellos, por definición, los niños que son castigados regularmente, sin darse cuenta, sacan la conclusiónde que sentirse infelices es bueno. Debido a que los niños tienen una necesidad innata de imitar a sus padres, desarrollan la necesidad de reproducir la «felicidad» que sienten cuando son castigados, lo que implica en realidad provocarse alguna forma de infelicidad. Como adultos, pueden culparse a sí mismos, o pueden implicarse con amigos o parejas que los tratan mal o a quienes ellos tratan mal.
La Norma del Amor: La alternativa positiva a la disciplina y la permisividad

La mayoría de los padres no eran conscientes de que había otra alternativa a la disciplina que no era la permisividad. Los padres deben conocer el objetivo de la disciplina, es decir, responsabilizarse de un hijo, se puede lograr de manera mucho más efectiva si los padres evitan imponer cualquier tipo de consecuencia negativa. Hacerse cargo de un hijo es una necesidad imperativa; todos los niños necesitan ser protegidos de su propia inmadurez. Deben tomarse sus medicamentos, sentarse en sus sillas en el coche, no deben jugar a los barcos dentro del inodoro ni desordenar las habitaciones de sus hermanos. Pero se puede educar a los niños sin necesidad de crear situaciones desagradables.

Esta forma de mantener a los niños sanos y salvos sin tener que castigarlos o sin censurarlos, se le denomina la norma del amor ;que definimos como: educar a los niños sin añadir infelicidad y sin privar a los niños del cariño y admiración de sus padres. Imponerles momentos sin jugar, restricciones, castigos y otras formas de disciplina se basan en la suposición de que ser demasiado agradables con los niños que «no se portan bien», solo provocará que su mal comportamiento aumente. Pero, en el proceso de controlar a los niños, la disciplina los daña porque interfiere con la fuente de bienestar interior más consistente y satisfactoria que tienen los niños: su convicción de que están provocando el amor incondicional de sus padres para que cuiden de ellos. Por esta razón, la disciplina les hace sentirse peor y menos capaces de renunciar a sus deseos.

Por el contrario, la norma del amor les enseña a los niños que aunque tengan que renunciar a la satisfacción de lograr algo que deseaban, pueden confiar siempre en la satisfacción que le ofrece la relación de padres e hijos. La norma del amor es muy superior a la disciplina porque preserva el cariño y la cercanía que todos los niños quieren y necesitan sentir con sus padres y con otros adultos importantes. Cuando los niños imitan a los padres que utilizan la norma del amor, desarrollan la capacidad de crear para sí mismos una felicidad verdadera que permanece siempre intacta frente a las emociones molestas o dolorosas. Educarlo a usted empezó a ser un problema en potencia para sus padres en el momento en que comenzó a saber moverse solo. Sus padres ya no podían ponerlo en el suelo y saber que podían darse la vuelta y encontrarlo en el mismo lugar. Anteriormente, el problema más difícil para sus padres era qué hacer cuando usted se sentía infeliz. Ahora el dilema, que permanecería hasta que usted se hizo adulto, sería qué hacer cuando lo que usted quería y los deseos de sus padres entraban en conflicto.

La disciplina enseña a los niños a tratarse a sí mismos y a los demás con severidad

Probablemente a sus padres les dijeron que usted debería comportarse con los modales y las virtudesde un adulto, pero probablemente también les aconsejaron que reforzaran esas expectativas, poco realistas, con distintas medidas disciplinarias. Esos castigos iban desde frases de desaprobación, a la imposición de momentos sin jugar, pasando por momentos de no-intervención y dejar que las consecuencias «naturales» ocurrieran, hasta gritarle «¡no!» o darle un cachetada o pegarle. La ironía es que la peor manera de enseñar a un niño altruismo, normas de seguridad y respeto por los demás es castigarlo por no mostrar ese mismo comportamiento. Debido a que los niños tienen una mente que no comprende que los vasos se rompen, que los fuegos de la cocina queman y que tirar de la cola al gato puede dolerle, no pueden comprender la desaprobación o los castigos de sus padres. Niños más mayores a menudo son castigados por un comportamiento que es, en realidad, normal y apropiado para su edad:
decir ocasionalmente mentiras, enfadarse cuando no consiguen lo que quieren, dejar las tareas sin hacer, dejarse comida en el plato o ser un mal perdedor. Aunque los niños perciban la disciplina como algo desagradable, debido a que adoran a sus padres, también sienten que se lo merecen.
Al crecer, los niños creen que están haciendo algo bueno cuando, al igual que sus padres, se provocan infelicidad al desaprobarse y al castigarse a ellos mismos por hacer algo «mal». Si sus padres recurrieron a la disciplina, era porque querían enseñarle a estar a salvo, a que tuviera cuidado con las cosas de los demás, a ser educado, a ser responsable y a ser amable con los demás. Sin darse cuenta, lo que usted aprendió realmente fue que la fuerza es la razón, que la agresión es una manera efectiva de resolver las diferencias en una relación y que es bueno sentirse negativo sobre ustedmismo y sobre aquellos que no hacen lo que usted quiere. Quizá estas mismas lecciones se convirtieron enobsesiones tiempo después. Cuando los padres siguen el consejo tradicional de negar a sus hijos cualquier tipo de privilegio si se comportan de forma inaceptable según sus padres, esos niños, frecuentemente, se convierten en adultos que se privan a sí mismos de cosas que necesitan, como una forma de consolarse cuando las cosas van mal. Los niños que recibieron castigos físicos, cuando son adultos, quizá se descubran haciéndose daño «accidentalmente» después de haber hecho algo que ellos consideran malo o vergonzoso.

Los comportamientos problemáticos de los adultos, frecuentemente tienen su raíz en su primera relación con sus padres, pero también pueden haberse sentido marcados por experiencias con otros adultos importantes para ellos. Incluso si sus padres eran estrictos en sus castigos, el impulso de tratarse a usted mismo con dureza pudo haberse visto aminorado si sus profesores u otros adultos importantes reaccionaron ante usted con compresión y compasión en vez de con disciplina. Por otro lado, si los adultos con los que usted se encontró eran estrictos en sus castigos, sus impulsos críticos hacia sí mismo se habrían intensificado. Quizá usted pueda recordar algún momento en el que un profesor o un tutor le hizo sentirse avergonzado o incompetente, o algún momento en que le sorprendió que un profesor o un tutor respondiera con una amabilidad que usted no se esperaba. En ambos casos, esos fueron momentos profundos y que dejaron huella.

Una adicción a la infelicidad no es motivo de vergüenza o de culpa

La razón de elegir la palabra «adicción» para referirnos a la necesidad aprendida de infelicidad es subrayar el hecho de que una vez que los niños confunden la infelicidad con la felicidad, seguirán necesitando cierto grado de infelicidad para mantener su equilibrio interior. Cuando decimos que alguien tiene una adicción a la infelicidad, no queremos decir que esa persona sea moralmente débil o que le falte fuerza de voluntad. Debido a que la adicción a la infelicidad se produce antes de que la mente del niño se aproxime a lo que será su mente adulta, no pueden ser conscientes de esta confusión. Ni tampoco pueden descubrirlo por sí mismos cuando crecen. En otras palabras, la adicción a la infelicidad no es una elección intencionada. Si usted descubre que, como tantas otras personas, usted tiene una adicción a la infelicidad, no hay razón para sentirse avergonzado, incómodo o decepcionado.


Vale subrayar el siguiente punto: aunque usted haya desarrollado una adicción a la infelicidad, usted puede igualmente querer y valorar a sus padres o a otros adultos que fueron importantes para usted, incluso reconociendo que algunos de sus actos fueron, de forma intencionada pero muy importante, la raíz de su incapacidad para hacer realidad la vida que usted quiere. La razón para querer comprender la causa de su necesidad de infelicidad no es culpar o excusar a alguien, sino para darle los instrumentos que necesita para que pueda responsabilizarse de su vida y pueda cambiarla.

(Fragmentos del Libro: Adictos a la Infelicidad de MARTHA HEINEMAN PIEPER Y WILLIAM J. PIEPER).

Un comentario sobre “ADICCION A LA INFELICIDAD …

  1. Dios quiera que todos los padres del mundo tubieran la oportunidad de llegarle este articulo tan importante, los niños de hoy, que seran los hambres del mañana, pensaran de otra manera, asi se cumplen las palabras del Comandante Fidel, lider indiscutible de la revolucion Cubana y cito » UN MUNDO MEJOR ES POSIBLE», Yo añado, si los niños de hoy logran ser educado bajo estas enseñanzas cientificas… Muchas gracvias.

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