La experiencia de Dios, o en todo caso la posibilidad de vivirlo, es innata. (ALICE WALKER).
Rogamos a un Dios «por ahí afuera», y nuestras voces vuelven como naves espaciales quemadas que han atravesado el universo. Preguntamos a las personas autorizadas cómo tener la experiencia de Dios y nos damos cuenta de que éstas han llegado a adorar sus rituales y sus técnicas, pero que parecen saber poco de Dios. Ningún profeta de la antigüedad se ha sentido tan solo como nosotras cuando deambulamos por la selva de nuestras ciudades y organizaciones. ¿Cómo podría ningún Dios salir adelante a través de toda esta trama de hormigón y de acero?
Pero cuando nos detenemos, tenemos un vislumbre de comprensión de lo que significa decir que «la posibilidad de vivir a Dios es innata». No necesitamos buscar esta posibilidad. Está ya dentro de nosotras.
La posibilidad de experimentar un poder más grande que yo ha estado siempre ahí llamando a mi puerta interior.
(Anne Wilson Schaef de su Libro Meditaciones para mujeres que hacen demasiado).